Si
solicitáramos a un niño o también a un adulto que nos dibuje un
animal característico del Polo Norte, casi seguro que dibujaría un
pingüino. Sin embargo en el Polo Norte no hay pingüinos, sólo osos
polares y focas, pero nunca pingüinos. La razón es muy simple, los
pingüinos necesitan anidar en tierra firme y el Ártico o Polo Norte
no lo es. Es una masa de agua helada. Sus aguas, el suelo y subsuelo
subyacentes son mar y fondos marinos.
Esta
característica geológica es la principal razón por la que, todavía
hoy, el Polo Norte o Ártico, no haya sido conquistado por ninguna
potencia mundial. Sería una apropiación o conquista efímera pues
está en vías de gradual desaparición debido a los efectos del
cambio climático. Es un hecho muy preocupante que cada año
desaparezcan o se diluyan en el océano más de13 millones de metros
cúbicos de hielo ártico. Esta será la causa de que estén
desapareciendo islas en el Pacifico o se cubran de agua, manglares en
Bangla Desh. Sus millones de habitantes deberán emigrar so pena de
ahogarse por culpa del deshielo del Ártico.
Hechas
estas precisiones geográficas, la pregunta que cabe formularse es
muy simple: ¿Sí el Ártico no es un continente, quién tiene
derecho a explotar las riquezas y recursos naturales que contienen
sus heladas aguas, el suelo, la plataforma continental y el
subsuelo de aquel espacio marítimo?
La
“conquista
del Polo Norte”
no es un problema de ocupación real de la superficie del hielo
ártico ni tampoco sobre la masa de agua del Océano Ártico, sino la
disputa, apropiación y explotación de los fondos marinos
subyacentes. No se plantea hoy como una lucha o conquista bélica por
la soberanía sobre el Ártico, sino demostrar - con parámetros
geológicos y acorde con el Derecho del Mar- cual es la potencia
marítima que tiene derecho a explotar sus yacimientos y recursos
naturales que se encuentran en el agua, en el suelo y en el subsuelo
marino próximos o bajo el Polo Norte.
En
el verano de 2007, los medios de comunicación publicitaron la
conquista submarina del Polo Norte por Rusia. Lo más llamativo fue
la colocación de una banderola de titanio en el centro del suelo
submarino del Polo Norte. Se distribuyeron fotografías y reportajes
televisivos sin reparar en gastos ni mentiras. Pero resulto que,
algunas de las imágenes que se publicaron como prueba de la hazaña
de los submarinos rusos, eran falsas y estaban extraídas de la
película “El
Hundimiento del Titanic”.
Fue un ejemplo pretérito de la actual doctrina del Presidente Trump
de la “postverdad”. ¡Aquella falsedad la descubrió un niño
finlandés de 13 años!
Rusia
reivindica un derecho preferente por el Este para explorar y explotar
el suelo y subsuelo Árticos alegando que una parte del fondo del
Océano Ártico, denominado “Dorsal
Lomonokov”,
es una continuación geológica de su plataforma continental
siberiana y por tanto como Estado ribereño tiene derecho a su
exploración y explotación exclusiva y excluyente.
En
un futuro próximo la lucha por el dominio y explotación de las
riquezas naturales del Ártico se añadirá a las actuales causas de
controversias y conflictos mundiales ci) los efectos del cambio
climático ii) la escasez y control de los cursos de agua potable
iii) la regulación o contención de los grandes movimientos humanos
de emigrantes y refugiados.
Es
evidente que los movimientos estratégicos de los Estados ribereños,
en esta a zona, no tiene fines científicos, ecológicos ni se harán
en de forma altruista en favor de la humanidad, sino que los
Estados se posicionan en dichos espacios para obtener finalidades
militares, geoestratégicas, económicas, pesqueras y también de
control del comercio marítimo futuro por el norte del planeta. De
Shanghái a Rotterdam se tarda 11 días menos que por Suez y el
Mediterráneo.
Según
la Convención de Montego Bay de 1982, reguladora del Derecho del
Mar que determina la delimitación de los espacios marítimos, los
únicos Estados ribereños geográficamente más próximos al Ártico
son Rusia, Canadá, Estados Unidos (a través de Alaska), Dinamarca
(por formar Groenlandia parte integrante de su territorio) y
Noruega. No lo son ni Islandia, ni Suecia ni Finlandia.
La
soberanía sobre el mar no se mide hoy por el control de su
superficie, ni sobre sus pesquerías, sino que su ingente valor viene
dado por sus recursos naturales existentes en el suelo marino, el
subsuelo subyacente y por el dominio del espacio aéreo supra yacente
a aquellas zonas.
El
mar tiene una riqueza poliédrica apetecida por todos, pero solo
asequible para aquellos que gozan de una avanzada y sofisticada
tecnología que les permite explorar, explotar y ser beneficiarios
exclusivos de los recursos que encierra el mar y sus fondos.
Se
calcula que dichos recursos - sólo en petróleo- equivalen a un
cuarto de las reservas mundiales, además de importantes yacimientos
de gas y otros minerales (oro, plata, manganeso cobre, zinc etc.). De
ser explotados directamente por una de las cinco potencias
ribereñas, o a través de concesiones a grandes compañías,
desestabilizaran, toda la economía mundial y hundirían a muchos
países que aún hoy, son los principales productores de aquellos
recursos naturales. El continente africano es un ejemplo.
No
estamos ante una novela ni una película de ciencia ficción sino de
una carrera de apropiación y dominio de los fondos marinos y de todo
el espacio ártico.
Las
expediciones que se están llevando a cabo nos recuerdan las
películas sobre “la
conquista del Oeste”
pero ahora, en 2017, no se llevan a cabo con carretas sino mediante
submarinos, satélites y barcos rompehielos. La pregunta a resolver
que afecta a toda la humanidad es ¿A
quién pertenece el Polo Norte?
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